Hace unos días fui a una conferencia de una maestra maravillosa. Después de que fue presentada por el anfitrión, haciendo referencia a su increíblemente impresionante CV, que incluía ser egresada de la Escuela de Derecho de Harvard, tener su propia compañía (cuyos clientes incluyen a CEOs y Jueces de la Suprema Corte de EUA) y publicar un bestseller del New York Times, ella compartió una historia que me conmovió mucho. Muy recientemente, había volado para cruzar medio mundo (vive en Europa) para su reunión de 20 años de egreso de Derecho de Harvard. La reunión tendría lugar de viernes en la tarde a domingo en la mañana.

imagen-1-para-blog-de-nuestra-intencionAl estarse alistando el viernes por la tarde, se descubrió a sí misma incapaz para ir. Se sentía como una fracasada porque nunca había tenido hijos, y no se sentía con la fuerza para enfrentar a otras mujeres de su generación compartiendo fotos de sus hijos. Para no hacer el cuento largo, esto continuó durante sábado y domingo, y no fue a ninguno de los encuentros. Lo que sí hizo, sin embargo, fue leer el libro de Chris Germer, The MIndful Path to Self Compassion (traducido al español como El Poder del Mindfulness). Me conmovió infinitamente su vulnerabilidad al compartir esto, así como la razón por la que decidió compartirlo. Quería transmitir un punto acerca de cómo la práctica de atención plena no se trata de conseguir un distinto desenlace o conducta específica, sino de notar y relacionarnos de manera distinta con la que sea que sea nuestra experiencia; se trata de cultivar curiosidad, amabilidad y compasión.

Con demasiada frecuencia encuentro que la motivación para practicar mindful eating es la esperanza o intención de conseguir un desenlace específico que con mucha frecuencia está enfocado en cambio conductual – comer menos, comer de determinada manera, comer ciertos alimentos. Y a través de esto, la meta última para muchas personas es la pérdida de peso.

imagen-2-para-blog-de-nuestra-intencionPienso que esto es simplemente humano – lo que nos motiva a la mayoría de las personas a comenzar y mantener una práctica de alimentación con atención plena es el sufrimiento. Y verdaderamente creemos que sufrimos porque el número en la báscula es mayor del que nos gustaría, porque no cabemos en cierta talla de ropa o porque comemos de cierta manera. Y esto, a su vez, alimenta la creencia de que la única medida de cuán exitosa  es nuestra práctica de mindful eating es nuestra conducta alimentaria o nuestro peso, o quizá incluso cómo pensamos acerca de la comida.

¿Qué tal si nuestra única intención al cultivar una práctica de alimentación con atención plena fuera ver el hambre, la saciedad, los antojos, la comida y nuestra relación con la comida claramente? ¿Qué pasaría si pudiéramos acercarnos a la práctica con amabilidad y compasión? ¿Qué significaría esto para ti?