Entre los deseos / propósitos más comunes para recibir el año, además por supuesto de «bajar de peso» – en otra entrada tocaré ese tema – está «dinero/riqueza/abundancia», pero para la mayoría de las personas esto tiene un matiz de pensamiento mágico, como si solamente por desearlo se fuera a materializar. Por lo menos para mí durante mucho tiempo fue así. Ahora es distinto.

Hace poco más de un año le compartía a Jan Chozen Bays, mi maestra, que necesitaba poner en pausa varios proyectos por falta de recursos económicos. Siéndote muy franca, se lo contaba con algo de pena. Ella me respondió con su habitual bondad y sabiduría. Me dijo que, si bien es común en el mundo de la práctica espiritual pensar que el dinero no es importante, la realidad es que vivimos en un mundo en el que necesitamos recursos para tener nuestras necesidades cubiertas. Y solo desde ese lugar podemos verdaderamente fortalecer y profundizar nuestra práctica. Me dijo también que, mientras que tenemos deudas, ese tema está ahí y no nos permite dedicar nuestra atención a las cosas que queremos en nuestra vida. En otros términos, hay energía atorada y comprometida. Me compartió que en el monasterio del cual es abadesa, muchxs jóvenes ingresan con la intención de ordenarse sin haber saldado las deudas por sus estudios universitarios. A pesar de tener claro que van a continuar el proceso de la ordenación y la vida monástica, regresan al mundo secular un tiempo para trabajar y saldar sus deudas. Y me recordó un proverbio zen: “El obstáculo es el camino.”

En aquel momento, el poner proyectos en pausa me causó por supuesto frustración, pero decidí seguir el consejo de Jan, experimentar el obstáculo como camino (que no siempre es fácil ni poco accidentado, pero ése es tema de otra entrada del blog) y cultivar curiosidad de a dónde me llevaba. Quiero compartirte una de las tantas cosas que he aprendido y que tiene que ver con el tema de los límites y con cuidar de mis necesidades, por lo menos en lo que corresponde a mis decisiones y mi intención (que el resto está fuera de mi control).

El aprendizaje que quiero compartirte en esta ocasión tiene que ver justamente con el dinero. Descubrí que tenía varios obstáculos para poner una cuota que se sintiera justa, que no me dejara con resentimiento o desgaste, y que al mismo tiempo honrara mis valores de generosidad, altruismo y equidad. La primera parte del camino de mis atores (personales) con el dinero la recorrí con mi amiga Jessica Vázquez. Y en la segunda parte, acompañada de Kelly Diels y Sophie Macklin, descubrí, ¡oh sorpresa!, que los obstáculos no son solo míos, sino efecto y consecuencia natural de los discursos dominantes y sistemas de poder en nuestra sociedad.

Es decir, que no es que yo solita, por defecto personal, tenga creencias erróneas o distorsionadas, sino que la (in)equidad en la distribución de recursos y la remuneración (in)justa para todxs lxs que realizamos una labor se enmarcan dentro de un sistema que así lo favorece. Y que, por supuesto, nos convence además de que cada unx somos ‘culpables’ de no ganar suficiente, o que con nuestrxs pensamientxs o creencias llamamos o no a la abundancia.

Recién platicaba con mi querida amiga y colega Lupita Rozada de sistemas complejos, y me contó de un simulador de economía en el que, sin importar las variables ingresadas, terminaba siempre en distribución desigual. Y recordaba yo un podcast en el que Sharon Salzberg entrevista a la Rev. angel Kyodo Williams. angel Kyodo hablaba acerca de cómo no es que el sistema (capitalismo, patriarcado) esté descompuesto o roto y haya que arreglarlo, sino que funciona muy bien, absorbiendo incluso todos nuestros esfuerzos por luchar contra él / arreglarlo, entre ellos descuidar nuestro cuidado personal en aras de invertir más energía en la lucha. angel propone optar por no ser cómplices del sistema y por no sacrificar nuestro auto-cuidado y el proceso de sanar internamente los patrones de opresión que hemos internalizado. Si bien en un principio esto puede resultar deprimente, también resulta profundamente liberador.

¡¿Pero cómo liberador?! ¡¿De qué hablas?! Pues ahí va… Me libera del sacrificio. Me libera del desgaste. Me libera de la culpa. Me empodera. Me da agencia personal para decidir que lo que a mí me toca es sanar dentro de mí los patrones de opresión aprendidos. Me toca cuidar de mis necesidades para estar fuerte y arraigada, y desde ahí resistir al sistema evitando ser cómplice. Evitando ser cómplice de un sistema que dice que nuestros servicios como profesionales de salud son menos valiosos que productos accesorios de lujo. Evitando ser cómplice de un sistema que dice que como mujeres o personas con género no binario estamos obligadxs a aceptar una menor remuneración. Evitando desgastarme para dentro de unos años, deprimida y desilusionada, abandonar mi sentido de propósito en ayudar a más personas a sanar.

Lupita lo plantea así: “Decidí hacer las cosas en el presente, a pequeña escala. No soñando con todo el sistema, sino trabajar de una cosa en una, con las que estén a mi alcance.”

Mi parte idealista quiere pensar que podemos cambiar al mundo entero. Mi parte realista sabe que la única persona a la que puedo cambiar soy yo. Puedo elegir no replicar patrones opresivos, comenzando por aquellos que actúo conmigo misma. Puedo nutrir y cuidar de mis necesidades de manera amorosa, pidiendo una remuneración justa por la labor que realizo, para que mi práctica clínica y docente continúe durante mucho tiempo. Desde aquí, desde cuidar de mí de manera bondadosa y compasiva, desde saber que merezco, puedo tener una real conciencia de que todas las personas merecen lo mismo y hacer lo que esté en mis manos para no replicar o perpetuar el daño. Desde aquí puedo estar-en-relación con otras personas, mis pacientes incluidxs, que no replique patrones de opresión, de trauma o de explotación.

Creo que me puse muy ambiciosa en querer explicar todo esto de manera sencilla en una entrada de blog. Pero si algo de aquí te resonó, quizá te interese continuar la conversación en mi próximo Taller: Sosteniéndote de Tu Práctica.

Deseo que este 2018 puedas hacer el trabajo de sanar y liberar, y que puedas procurarte y recibir el sustento que necesitas para una vida plena. Y deseo también poder colaborar contigo para que esto suceda, para que podamos lograr una liberación colectiva.