¿Cómo vives tú estas épocas navideñas?

Para mí, esta época es para disfrutar y compartir con mis seres queridos. Y entre todo esto que disfruto y comparto se encuentra mi queridísima comida.

Por muchos años para mí esto significaba un gran reto. Primero con el desfile de botanas deliciosamente adornadas, que nada más de verlas abrían mis ojos de emoción. Empezaba a comer, sin preguntarme si tenía hambre o al menos un verdadero antojo. Pero no creía necesario hacerlo, la comida ya estaba lista para ser consumida, qué mas da si tengo hambre… y ¿antojo?… ¡es botana, siempre se antoja! Y después de devorarme una gran cantidad de botana, sin darme cuenta ya estaba completamente satisfecha, sin haber llegado siquiera al primer plato.

Pero obviamente no había duda que comería toda la cena, el pavo con puré de manzana es algo que siempre me ha encantado, así que sin preguntarme de nuevo, tomaba una porción de pavo con ensalada de manzana y la comía con la creencia de que lo disfrutaría al máximo…. Es un platillo que solo como una vez al año. ¡Tiene que estar delicioso! Pero eso no siempre pasaba, algunas veces no sabía tan bien, pero me dejaba llevar por la idea de que su sabor era increíble y me lo acababa sin notar realmente el sazón de esa ocasión.

Después de eso, siempre me sentía llenísima! ¿Por qué comí tanta botana?…. todavía falta el postre y ahí sí no queda duda. Mi postre favorito: el pastel de la abuela que solo hace en Navidad. Y lo que sea de cada quien, la botana podía saber medianamente buena, el pavo podía no saber tan bien como imaginaba, pero el pastel de la abuela siempre sabía mejor que el del año pasado. Así que sin dudarlo ni un segundo, me servía una generosa porción de pastel ya que era mi parte favorita y la que, según yo, más disfrutaba. Y digo “según yo” porque yo creía que si el sabor era increíble, el disfrute de comerlo debía ser igual.

Pero nunca me di cuenta de que realmente sí, el sabor era increíble, pero estando tan llena el disfrute era cada vez era menor. Cada bocado me llenaba más, cada bocado me costaba más trabajo que el anterior, pero esto se había convertido en una lucha entre el pastel y yo…. No dejaría que él ganara. Y su sabor seguía siendo increíble, pero la verdad, yo ya ni lo notaba, estaba más concentrada en lo atascada que me sentía y en que era hora de desabrocharme el botón si quería lograr terminarlo todo.

Y lo lograba. Me terminaba el pastel “plácida”, según yo, de la delicia de haberlo comido, pero con una sensación increíblemente incómoda, abotagada y hasta somnolienta… ¿Qué tan placentero se puede estar con esas sensaciones?

Y es aquí cuando me pregunto si de verdad lo disfrutaba tanto como creía que lo disfrutaba, si la mitad de la comida estaba peleando con mi cuerpo para comerlo todo, si en vez de saborearlo realmente asumía su sabor aún antes de probarlo, si comía de todo sin siquiera preguntarme si realmente quería comerlo.

Y fue hasta que conocí la alimentación con atención plena que descubrí lo que es realmente disfrutar de la cena navideña: disfrutar y compartir con mis seres queridos el momento de estar juntos. Y claro, también disfrutar de la comida, pero ahora sí preguntándome qué sabores realmente disfruto de este platillo que es diferente del año anterior y con qué cantidad mi cuerpo sigue disfrutando para no terminar incómoda, abotagada y somnolienta, que definitivamente no entran en mi concepto de disfrute.

Con la practica de la alimentación con atención plena me permito ver la botana y dejar que mis ojos se abran de emoción. Observo sus decoraciones navideñas y permito que mi cuerpo elija qué botana quiere comer, sin abalanzarme automáticamente a la primera que me ponen en frente. Le pregunto a mi cuerpo si realmente tiene hambre o si de plano el antojo es tan grande que quiere probar un poco para ser saciado.

Y entonces elijo la botana que más se me antoja, en cantidades que sacien mi antojo (que me ha impresionado ver que cuando le pongo atención plena a mi botana, no hace falta desbordarme de ella). Dejando un espacio adecuado en mi estómago para el pavo, con el cual decido satisfacer mi hambre.

Pruebo el pavo, lo saboreo y a veces me sorprendo de ver que no sabe tan rico como creía, que posiblemente antes era mi platillo favorito, pero ahora no tanto. ¡Me tomó años darme cuenta de ello! Pero aún así sigue sabiendo muy bien. Me sirvo una porción con la que mi cuerpo cree que se quedará saciado, que a veces no le calculo tan bien así que mientras voy comiendo mantengo mi atención en el estómago para no pasarme del punto en el que me sienta cómoda, porque claro ¡Ya sabes que el postre no me lo pierdo!

Así que dejo un espacio para el postre, que de verdad siempre sabe increíble, pero ahora puedo notar que ¡siempre sabe ligeramente diferente! Lo huelo y saboreo cada bocado, disfruto de su textura, su mezcla de sabores y dejo que mi inunde de disfrute. Pero ahora mantengo mi atención para parar de comer antes de que el disfrute empiece a transformarse en incomodidad, letargo e indigestión.

Si tu experiencia de las cenas navideñas se parece más a lo que era mi experiencia antes de conocer la alimentación con atención plena, que te dejas ir de boca por lo que te ponen en frente, sin discernir qué es lo que verdaderamente quieres y en qué cantidad crees que será rico para tu cuerpo, y ya decidiste que en 2018 quieres romper este ciclo, te invito a mi próximo taller “Alimentándote Desde Dentro”, en donde te compartiré la práctica que me ha permitido disfrutar verdaderamente de las delicias culinarias de estas fechas sin sentir que debo devorar todo lo que vea a mi paso para gozarlo por completo.

¡Aprende a disfrutar plenamente cada bocado y libérate de la incomodidad del exceso!

P.D. No te pierdas mi próximo blog acerca del sufrimiento asociado con la restricción.