De las cosas que más trabajo les cuesta a mis pacientes es convencerse de que merecen tener sus necesidades cubiertas, de que merecen ocupar espacio, decir que no o que sí, comer suficiente, sentir deseo y placer. La mayoría se sienten defectuosxs, poco valiosxs, poco merecedorxs.

Si eres profesional de salud y compartes esta experiencia, ¿sabes? En esto no son distintxs de mí ni de ti. Quizá para mí o para ti no se manifieste en la comida, pero seguramente se manifiesta en otra área.

Casi estoy segura de que tú, al igual que yo y que la mayoría de las personas, has absorbido o aprendido creencias acerca del valor de las personas, y de ciertos rasgos o atributos que hacen que una persona valga más o menos.

Por ejemplo, muy probablemente hayas creído, o sigas creyendo, que la delgadez es un mérito personal o hace que una persona sea más…. (llena el espacio con lo que se te ocurra). O quizá sientas que por algo que ‘eres’ o que haces vales o mereces más o menos.

Esto no quiere decir que hayas hecho algo mal. No eres tampoco una mala persona por creer que ciertas personas son más valiosas que otras. No es un defecto personal el sentirte menos por ciertas características o desafíos que enfrentas como persona. Simplemente quiere decir que has sido exitosamente socializadx en un contexto de discursos de poder, es decir, en nuestra sociedad.

El patriarcado, el racismo, el capitalismo, la normatividad de género y otros tipos de opresión crean discursos en los que la mayoría de las personas son vistas como menos valiosas o merecedoras de alguna forma u otra. Estos discursos nos enseñan, por ejemplo, que las personas blancas, delgadas, con mayor salud son más valiosas. Que las personas con discapacidad, más morenas, con cuerpos de mayor tamaño, son menos valiosas. Que las personas con más recursos económicos tienen más derechos que las personas que no han logrado salir de la pobreza. Hemos sido entrenadxs para sentirnos poco merecedorxs, para creer que ciertas personas merecen más que otras tener sus necesidades cubiertas.

La separación y la jerarquía de valor se sienten normales, de manera que cuando nos sentimos poco valiosxs por cualquier razón, creemos que hay algo específicamente mal con nosotrxs, en vez de ver que ésta es la narrativa predominante en una sociedad que da prioridad al bienestar de algunxs en detrimento de otrxs. Naciste merecedorx, y cuando eras bebé lo sabías. No tenías duda de que merecías ocupar espacio y tener tus necesidades cubiertas. Cuando tenías hambre, llorabas. Cuando necesitabas ser cambiadx o tenías frío, llorabas.

El sentimiento de no merecer tener tus necesidades cubiertas fue aprendido.

Un ejemplo. La mayoría de las mujeres fuimos socializadas desde la infancia para llevar a cabo tareas que requieren de nuestra creatividad, nuestra intuición y nuestra compasión, y su valor es en gran medida no reconocido. Esta labor no es remunerada y se da por hecho, y esto tiene un profundo impacto. El que nuestra preciosa labor y contribución no sea valorada se ha convertido en algo normal.

Si las contribuciones de nuestra fuerza vital no son reconocidas ni remuneradas, entonces seguramente no son valiosas. Y según la lógica de la meritocracia y el capitalismo, si no estamos ofreciendo algo ‘valioso’, entonces seguramente no merecemos que nuestras necesidades sean cubiertas. ¿Cierto?

No.

Cuando te levantas en la mañana eres merecedorx. Cuando estás en la regadera eres merecedorx. Cuando estás en el tráfico eres merecedorx. Cuando estás llorando eres merecedorx. Cuando estás cocinando eres merecedorx. Cuando estás pensando eres merecedorx.

¿Qué quiero decir con merecedorx?

Para mí, decir “soy merecedora” es exactamente lo mismo que decir “soy humana y necesito cosas”. Al decirlo, lo único que estamos haciendo es admitir una verdad, y podemos entonces permitirnos recibir el nutrimento y sustento que necesitamos para vivir.

Las plantas reciben sol y lluvia para crecer. Simplemente lo hacen. No es que merezcan o no recibirlo, simplemente lo necesitan y lo reciben. Tú eres parte de esta verdad de la vida. Eres merecedora de agua, de comida, de sol. Eres merecedora de albergue y belleza, y de las condiciones que te permiten crecer y prosperar.

En el sistema actual, algunas de estas cosas requieren dinero.

Para aquellxs de nosotrxs que estamos orientadxs a la liberación, puede ser difícil aceptar que el dinero es lo que nos permite cubrir algunas de nuestras necesidades. El sistema en el que vivimos actualmente está diseñado de manera que sea prácticamente imposible cubrir nuestras necesidades por completo fuera de él.

Dependemos de cosas como redes de distribución de alimento y mercados inmobiliarios. Accedemos a las cosas en estos sistemas principalmente con dinero. Aceptar esta verdad nos permite reclamar lo que necesitamos para prosperar. No necesitamos fingir que no controla aspectos de nuestra vida en este momento, ni tampoco necesitamos negar nuestro duelo por esta verdad. Cuando lo vemos por lo que es, somos libres para crear alternativas, y para participar en una forma que conduzca a la liberación.

¿Qué necesitas para estar bien?

¿Qué te sostiene?

¿Qué se vuelve posible cuando eres libre para ocupar espacio y pedir lo que apoya tu plena y gloriosa existencia?

Mereces esto. 

 

¿Puedes decir con confianza y gusto cuánto cobras por tu consulta, sin pena? ¿Esta cuota es una cuota que te sostenga?

Si respondiste no a alguna de estas dos preguntas, o algo de lo que leíste aquí te resuena, te invito a mi próximo taller Sosteniéndote de Tu Práctica, en el que exploraremos cómo fijar cuotas para tus servicios que te permitan recibir la remuneración que necesitas para cubrir tus necesidades al mismo tiempo que ofreces algo valioso y que honras tus valores – integridad, generosidad, altruismo, respeto, bondad, etc.

Agradezco a Sophie Macklin de Feminist Abundance por gran parte del contenido de este texto.