Es posible que ya lo sepas, llevo varias semanas en reposo recuperándome de un procedimiento de columna, el tercero en una historia de 6 años de dolor crónico. Hace unos días estaba viendo, como parte del Self-Aceptance Summit (Cumbre de Auto-Aceptación) una entrevista con JP Sears (por si no lo conoces, es el Ultra Spiritual). JP hablaba de algunas preguntas que plantearnos para la práctica de honrar nuestro ser auténtico.

En torno al tema de cómo, a través de distintas experiencias de vida, censuramos o bloqueamos la expresión de ciertas partes de nosotros porque hemos aprendido que son inaceptables, JP compartía algunas preguntas para re-descubrir e integrar estas partes de nosotros y vivir nuestra autenticidad. Una de las preguntas era: ¿qué te dicen las señales de tu cuerpo con respecto a cómo estás traicionando a tu ser auténtico? Es decir, ¿qué te dice tu dolor de cabeza/nudo en el estómago/dolor de espalda con respecto a cómo estás traicionando a tu ser auténtico?

Así que, con genuina curiosidad y abriéndome a lo que sea que surgiera, me hice la pregunta “Si mi dolor de espalda me estuviera diciendo que estoy traicionando a mi ser auténtico, me diría que…”

Y lo que surgió fue la imagen de cómo me lesioné, hace seis años. En un viaje de trabajo, hospedándome en el dormitorio de una universidad, resultó que mi habitación estaba en un 5º piso, y no había elevador. Mi maleta pesaba fácilmente más de 20 kilos. Por un instante pensé “¿a quién le podría pedir ayuda?” pero decidí cargarla yo. ¿Por qué? Por la ‘vergüenza’ de pedir ayuda cuando no era un hotel y no había nadie ahí cuyas funciones incluyeran cargar maleta. Porque por mi historia aprendí a que ‘yo puedo hacer todo sola’ – por miedo a no recibir lo que necesitaba, por la certeza de que nadie iba a darme lo que necesitaba, por la necesidad de sentir que yo estaba en control, en fin, por tantos motivos. Cuento corto, subí con gran esfuerzo la maleta yo sola, 5 pisos de escaleras. Y al llegar al último, escuché y sentí un crujido en la espalda. Los siguientes meses fueron de dolor lumbar y quedarme trabada intermitentemente.

Y después, una imagen más. Estando en casa (seis meses más tarde del evento que te acabo de contar), un día decidí que el cuarto de lavado tenía que estar ordenado en ese instante (esto de la impaciencia…). Y como quien estaba en casa conmigo me dijo que esperara un par de horas a que acabara de ver un programa para ayudarme, yo decidí otra vez que yo podía sola. Para ordenar el cuarto hacía falta instalar un par de repisas. Así que de inmediato tomé el taladro y, olvidando por supuesto en mi frenesí calcular por dónde pasaban los tubos de agua, perforé uno de ellos. Resumen: inundación, cierre de agua de paso, limpiar el agua que ya se estaba filtrando por la tablaroca a la cocina. Terminando, dolor ciático.

Regresando a la pregunta:

Si mi dolor de espalda me estuviera diciendo que estoy traicionando a mi ser auténtico, me diría que…

…Necesito aprender a pedir y aceptar ayuda. Que he cargado demasiado peso yo sola, durante demasiado tiempo.

…Necesito cultivar paciencia. (En un futuro post abordaré el tema de la paciencia y mis aprendizajes de estas semanas).

Así que mi espalda me está dando el regalo y la oportunidad de aprender a pedir y recibir ayuda, aún si duele profundamente, aún si es agonizantemente incómodo. Tal vez puedo abrirme a permanecer con la incomodidad de necesitar, de pedir, a experimentar mi vulnerabilidad sin avergonzarme, sin sentirme menos valiosa. Puedo suavizar mi resistencia y recibir el mensaje de JP: “Eres necesitada (needy). Bienvenida a la humanidad.”

Hay un proverbio Zen que dice que “El obstáculo es el camino.” Hoy el “obstáculo” es una situación de salud de la que necesito cuidar y aprender. Y no puedo hacerlo sola. Hoy estoy honrando a mi ser auténtico dándome permiso de pedir ayuda y de recibir la generosidad de otras personas con el corazón abierto.

En las últimas semanas he recibido regalos y manifestaciones de afecto y apoyo: manjares que me ayudan a estar bien nutrida, videos inspiradores, interesantes y divertidos, mensajes que me recuerdan la presencia de quienes desean mi bienestar, visitas de amigas queridas que me escuchan y reciben lo difícil de esta experiencia sin juzgar, chocolates artesanales con mis sabores predilectos, un taller próximo en mi beneficio. Ya te contaré con más detalles de estas experiencias en otro post. Me siento cobijada y conectada, contenta y acompañada. Siento una gratitud infinita por el regalo de esta generosidad y cuando me abro a recibir mi cuerpo entero se suaviza. Siento también una compasión infinita por quienes en estos momentos sufren como yo de dolor, enfermedad o incapacidad, y esto me conecta con la experiencia de humanidad compartida, cuando en otro momento hubiera podido sentirme profundamente aislada. Y también siento un profundo dolor por todas las pérdidas que mi condición de salud ha implicado en mi vida, y noto cómo mi cuerpo se tensa cuando pido ayuda, cómo después de hacerlo estoy aterrada del resultado y de la respuesta, cómo la voz de la crítica y la inseguridad se activan. Cómo manifestarme auténticamente me resulta a veces tan ajeno y me siento tan vulnerable, tan expuesta. Cómo me encantaría poder hacer todo yo sola y no necesitar de nadie.

En el balance, quiero seguir aprendiendo a hacer las paces con necesitar, con pedir ayuda, con recibir.

Y tú, ¿te identificas con la dificultad de mostrar tu ser auténtico, de necesitar, de pedir? ¿Estás abiert@ a recibir?