Escribir este blog resulta difícil, vulnerable.

Cuando ofrezco mis servicios y me preguntan cuánto cuesta la consulta, un taller o un entrenamiento, con frecuencia ante mi respuesta hay algo de sorpresa, y no es raro escuchar “¡¿tanto?!”.

Conozco de manera muy cercana – hasta diría que soy experta en – la experiencia de bajar mis cuotas, desde el genuino deseo de ayudar, para descubrirme, a fin de mes o en crisis no previstas (la muerte de un familiar, una enfermedad) sin los recursos suficientes para pagar mi renta o mi propia atención de salud. A largo plazo, esto conlleva resentimiento, desgaste y lo que se conoce como burnout.

Para muchxs profesionales de salud, no es raro dejar nuestra práctica clínica o mantenerla como algo adicional, consiguiendo un trabajo de tiempo completo o “day job” en algo completamente distinto para tener una mínima seguridad económica, desilusionadxs de haber dedicado tanto de nuestra vida a algo que nos daba un profundo propósito pero de lo que ya nos convencimos no podemos tener un sustento suficiente. Ya he pasado por ahí también, en diversos períodos de mi vida.

La realidad es que, desafortunadamente, en nuestro país esto no es exclusivo de las profesiones de salud. Prácticamente todxs hemos tenido la experiencia de una remuneración baja, injusta para la energía y el tiempo que dedicamos a nuestro entrenamiento, experiencia y actividad profesional. Y la cultura no nos ayuda – lxs mexicanxs nos enorgullecemos de regatear, de pagar poco (lo menos posible), de sacar ventaja.

Por otra parte, soy mujer. Como mujeres hemos sido socializadas para dar, cuidar y pedir poco a cambio. La inequidad en salarios en función del género es muy evidente. Al escribir este blog me pregunto si el tema de cobrar una cuota justa por mis servicios sería tan dilemático si fuera hombre.

En fin, es necesario comenzar a cambiar la cultura, pedir y dar lo que quien ofrece el servicio ha definido como un sustento digno. Pedir y dar lo que es justo. No está en mis manos cambiar la realidad del país en general, ni tampoco la mentalidad de todas las personas. Pero sí puedo comenzar por pedir lo justo para mí.

Y quiero compartir contigo cómo calculo la cuota de mis servicios y cómo establecemos las cuotas de Mindful Eating México®.

Antes de entrar en detalles de este cálculo, compartiré contigo cómo no calculo lo que cobro por consulta o por taller.

No defino mis cuotas a partir de una idea subjetiva de lo que “valen” mis conocimientos, mis estudios, el tiempo o los recursos que he invertido en formarme. Si bien éste es un planteamiento común, no me siento cómoda con él, porque es un argumento de privilegio. Tuve el privilegio de crecer en una familia que pagó educación privada. Tuve el privilegio de acceder a la Facultad de Medicina de la UNAM, en donde mis estudios fueron pagados en gran medida por los impuestos de un segmento de la población mexicana. Tuve el privilegio de condiciones de vida que me permitieron dedicarme de tiempo completo a mis estudios, acceder a una maestría y a estudios de especialización. Tuve el privilegio de formarme en centros de excelencia. Y no sería justo ni equitativo cobrar ese privilegio a quienes no lo han tenido.

Tampoco defino mis cuotas pensando en el valor monetarizado de que la persona que recibe mis servicios transformar su relación con la comida o con su cuerpo o alivie sus síntomas. ¿Cómo poner un precio a eso? Si bien podría hacerse un cálculo (p.ej. cuánto dinero, energía y tiempo dejan de gastar en dietas que no sirven, productos ‘milagro’ para bajar de peso, angustia y obsesiones en torno a la comida, vida perdida, etc. a cambio de liberar toda esa energía y recursos en vivir una vida plena y con disfrute) y definitivamente me causa mucho malestar que quienes me consultan regateen por mis servicios pero no tengan dificultades en pagar miles de pesos (o dólares) en planes de detox y “medicina” estética (ya en otro blog entraré al tema de lo absurdo que me parece que verse joven y “bellx” sea considerado medicina), entiendo que esas elecciones son en sí mismas un síntoma de una relación desequilibrada con el cuerpo y producto de discursos sociales que generan opresión y estigma para ciertos cuerpos e identidades.

Ahora sí… cómo sí calculo lo que cobro.

Parto de la premisa de que merezco tener mis necesidades cubiertas poniendo mis conocimientos, mis habilidades y mi experiencia, tanto profesional como de vida, al servicio de aminorar el sufrimiento de las personas. Y calculo lo que me cuesta tener mis necesidades cubiertas y cubrir todos los gastos de mi práctica, y lo divido entre las horas que puedo trabajar (que son limitadas). A continuación los detalles.

Gastos directos.Todos los bienes y servicios que constituyen la infraestructura de mi sede de práctica, física o virtual. En este rubro se incluyen:

  • Renta (sede física y servicios como luz, teléfono, internet, limpieza)
  • Artículos y material de oficina (computadora, impresora, teléfono, materiales impresos)
  • Seguros: de responsabilidad civil y de incapacidad – este último nunca lo he tenido pero en meses recientes me he dado cuenta de lo importante que es. No tengo un salario fijo por nómina, de manera que si me enfermo o tengo algún accidente dejo de percibir ingresos.
  • Página web y plataforma para consulta en línea, envío de boletín electrónico, hosting, programación, diseño – esto me permite ofrecer actividades virtuales además de ser localizables por quienes pueden beneficiarse de nuestros servicios.
  • Material para los talleres.

Gastos indirectos. Todos los gastos adicionales, además de algo esencial: las actividades y material que permiten que mi práctica sea ética y de alta calidad. Esto incluye:

  • Educación continua y actividades de actualización
  • Supervisión
  • Terapia
  • Membresías de sociedades y asociaciones médicas/psicológicas/de nutrición, así como cuotas de certificación y re-certificación
  • Transporte hacia la sede de la consulta o talleres y estacionamiento
  • Alimentos
  • Tiempo y recursos invertidos en preparación de los talleres y actividades – mi trabajo y la atención que te brindo no solo incluye el tiempo en que físicamente estoy contigo.
  • Tiempo y recursos invertidos en notas y expedientes.
  • Salarios de las personas a quienes contrato: diseñadorxs, programadorxs, contadorxs, personas de limpieza, asistentes, técnicos de diversos servicios y reparaciones. Y procuro pagar una cuota digna y justa, porque no quiero ser parte de actos de explotación.
  • Traducción de materiales al español – la mayor parte de la bibliografía en mi ámbito profesional está en inglés e invierto tiempo considerable en esta tarea para que sea accesible a más personas de habla hispana. Para esta actividad no percibo ingresos.

Sustento personal.

  • Hipoteca/renta
  • Servicios (luz, agua, gas, teléfono, internet)
  • Seguro de gastos médicos
  • Gastos adicionales en salud
  • Sustento y gastos de salud de mis dependientes económicos y personas a quienes apoyo (mamá, mascotas) – en este rubro, para las profesionales del equipo de Mindful Eating México® que sí tienen hijos, entran colegiaturas, salud, ropa, etc.
  • Ropa
  • Ingresos para las semanas del año en que no hay consulta o talleres – quizá no lo sabes, pero en verano, fiestas de fin de año y Semana Santa la consulta cae casi a cero.
  • Vacaciones, entretenimiento , tiempo de descanso, retiros de meditación y otras actividades para honrar el autocuidado que promuevo y no agotar mis reservas de energía y empatía. De otra forma el cuidado que te ofrezco no sería ético.
  • Ahorros que me permitan tener una reserva de emergencia para gastos imprevistos en salud, nuestra y de mis dependientes económicos.

Además de estos gastos, contribuyo económicamente a causas sociales que me son importantes. Adicionalmente, invierto tiempo y recursos en actividades educativas en instituciones públicas (desde educación primaria hasta educación superior) que no tienen recursos para pagar mis servicios. Y, como sabes, ofrezco becas para mis talleres y algunos espacios en la consulta para personas que genuinamente no pueden pagar mis servicios.

A esto hay que añadir el cálculo de impuestos. Para mi régimen fiscal como médico y para Mindful Eating México® como persona moral, el tabulador ronda el 30% de las “ganancias”, definidas por nuestro sistema fiscal como todo aquel ingreso que no fue gastado en productos o servicios deducibles. La realidad es que de todos los gastos de la lista, muy pocos son deducibles.

Durante la mayor parte de mi vida profesional creí que era un acto de generosidad reducir mis cuotas para todas las personas que lo pedían. Con el tiempo me he dado cuenta de que, si este acto conlleva resentimiento, fatiga o burnout es todo menos generoso. Si la generosidad no me incluye a mí (en el sentido de que mis necesidades y cuidado estén cubiertos) no es verdadera generosidad.

También me di cuenta de que, si no tengo mis necesidades cubiertas, no podré continuar haciendo este trabajo por mucho tiempo. Y espero de verdad estar haciéndolo hasta volverme pasita.