Ayer comenzó la semana de concientización acerca del estigma relacionado con el peso y el papel que este juega en el desarrollo y mantenimiento de los trastornos alimentarios (Weight Stigma Awareness Week, WSAW), iniciativa de la National Eating Disorders Association (NEDA) después de haberse fusionado con la Binge Eating Disorders Association (BEDA). 

Pensé que es un momento apropiado para compartirte un par de experiencias personales asociadas con el estigma relacionado con el peso y algunas reflexiones al respecto. 

Advertencia de contenido: en esta entrada comparto experiencias personales de violencia médica resultado del sesgo y estigma asociados con el peso. Si no quieres leer la entrada completa pero quieres aprender más del estigma asociado con el peso, ve hasta abajo de la página, en donde comparto algunas imágenes e información al respecto. 

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Aclaración previa: comparto esto estando bien y tranquila. No lo comparto para procesar en público ni buscando palabras de aliento o conmiseración, sino porque creo que tiene un potencial beneficio para otras personas. 

El martes me entregaron los resultados de mi primera mastografía. Había un hallazgo para el que se recomendaban más estudios. Hice una cita para el jueves con una ginecóloga oncóloga. Y desde que hice la cita me descubrí en un estado de agitación y angustia. Dormí mal dos noches, en el camino hacia la consulta las manos me temblaban, tenía taquicardia y no podía parar de llorar. 

Pensarás que claro, es natural frente a un posible diagnóstico de cáncer. 

Pero no. Esa no era la razón de mi angustia. Sí, la posibilidad de una biopsia, de una posible malignidad me preocupaban, pero no al grado de causarme angustia ni de agitarme. 

Crédito de imagen: Olga Kononenko en Unsplash

La razón de mi pánico era el terror de nuevamente enfrentarme con la experiencia de ser violentada, tratada con absoluta falta de respeto y negándoseme la mínima dignidad en un encuentro médico como resultado del tamaño de mi cuerpo. 

En los últimos años, en relación con una lesión de columna, he tenido encuentros y tratamientos con varios médicos y cirujanos. Y quienes me han tratado con respeto y con dignidad, atendiendo mi motivo de consulta, no enfatizando mi peso y honrando mi autonomía corporal, han sido desafortunadamente la minoría. 

El trato que recibí de la ortopedista que me operó por tercera vez es de verdad una historia de horror. Algunos instantes de esa experiencia….

En quirófano, bajo sedación, me despertó el dolor de que la aguja que estaban usando para intervenir uno de los discos intervertebrales tocó el nervio ciático. En esa posición de total indefensión y vulnerabilidad, sedada, con una aguja enorme dentro del espacio de mi columna, a esta “doctora” se le ocurrió que lo más pertinente y apropiado era decirme que tenía que bajar de peso.  

En la consulta de seguimiento, insistió enfáticamente en que lo que yo necesitaba era una dieta restrictiva para perder peso. Ante mi negación y mi afirmación de autonomía corporal, su reacción fue tal que terminó cuestionándonos a mí y a mi pareja (que me acompañaba en ese momento) por nuestras creencias y elecciones de vida. Te preguntarás qué diablos tiene eso que ver con un procedimiento quirúrgico de columna, yo también. O no, porque en realidad su intención era la de descalificarme por completo en respuesta a mi osadía de negarme a seguir sus indicaciones (esto en un contexto en el que ella todavía tenía que firmar los papeles del seguro para que se me hiciera el reembolso del procedimiento).

Al final de un enfrentamiento tenso y hostil, del que salí llorando de rabia, ella declaró que pretendía seguir prescribiendo dietas para perder peso y también seguirlas haciendo ella. Por supuesto cambié de médico para el seguimiento y la rehabilitación.

Esto fue en verano de 2017, y como se hizo evidente hace unos días, mi cuerpo tiene todavía grabada esta experiencia traumática. 

No faltan los recordatorios cotidianos, porque vivo en un mundo en el que los cuerpos de mayor tamaño son vistos como indeseables y como menos merecedores de dignidad y de respeto. 

Vivo en un mundo en el que vivir en un cuerpo más grande, así como vivir en un cuerpo de mujer, es interpretado como invitación a opinar, a transgredir, como si nuestro cuerpo fuera territorio público. 

Vivo en un mundo en el que a los médicos y demás profesionales de salud se nos indoctrina en un paradigma centrado en el peso, a un grado tal al que nos parece aceptable centrar nuestra agenda gordofóbica en aras de “salud”, sin importar el daño que esto cause en el proceso. Y es este último punto lo que me dejó sintiéndome más indefensa. Consideré seriamente reportar y demandar, pero la realidad es que en un mundo médico que centra al peso únicamente se iba a descalificar mi experiencia. Y en ese momento lo que necesitaba era priorizar mi recuperación, mi rehabilitación, mi salud mental y emocional. 

Algunas aclaraciones que matizan mi experiencia… 

Si bien mi cuerpo es inequívocamente gordo, no estoy en el extremo más alto de peso o índice de masa corporal (lo cual me confiere un gran privilegio en muchos ámbitos en contraste con personas que viven en cuerpos de mayor tamaño). He tenido acceso a psicoterapia, con buenos terapeutas. Tuve la oportunidad de procesar el trauma quirúrgico con una de ellas.

Crédito de imagen: Prazisss en DepositPhoto

Llevo muchos años trabajando en un paradigma incluyente en torno al peso y desmantelando mi estigma y vergüenza corporal interiorizados. Si bien esto no quiere decir que todos los días me sienta feliz y tranquila en mi cuerpo (otra vez, me expongo diariamente al trauma sistémico de la cultura de dieta y los estándares normativos con respecto al cuerpo), la realidad es que frente a la posibilidad de que en un encuentro médico alguien elija centrar mi peso y no el tema por el que consulto, o alguien decida que prescribirme una dieta restrictiva es una gran idea, lo que se detona en mí es enojo e indignación. Me rehúso. Desafío lo que se me está imponiendo. No se me detona vergüenza corporal, no se me detonan conductas alimentarias de riesgo ni un trastorno alimentario. Esta no es la realidad de la gran mayoría de las personas que experimentan violencia médica en relación con su peso. 

Si eres alguien que ha sufrido los efectos del estigma asociado con el peso, particularmente en entornos médicos o de cuidado de la salud, lo lamento muchísimo. Si llevas años evitando acudir al médico por el terror de sufrir violencia médica otra vez, quiero que nombremos que esto es una injusticia y no es tu culpa. Si tienes ganas de acudir a consulta con alguien que te trate con respeto y dignidad y que aborde lo que para ti necesita atenderse, escríbeme

Si eres médico o ejerces alguna otra profesión de salud, ¿sabes cuántas de las personas a quienes les recomiendas perder peso logran hacerlo de manera segura y sostenida a largo plazo? ¿Cuál es el desenlace al cabo de 5-10 años? ¿A cuántas de ellas se les detonan conductas alimentarias de riesgo (incluyendo restricción y atracones)? ¿Cuántas de ellas terminan en ciclos crónicos de pérdida y aumento de peso (con el consiguiente aumento de riesgo metabólico y pérdida de masa muscular)? ¿Cuántas de ellas experimentan vergüenza (con el estrés e inflamación asociados) porque una vez más unx profesional de salud les recordó lo incapaces que son de hacerlo, habiéndolo intentado una y otra vez? ¿Cuántas de ellas siguen creyendo el discurso de que esto es sinónimo de que no son capaces de “cuidarse”? ¿Cuántas interiorizan el discurso de que hay algo mal con su cuerpo? ¿Cuántas dejan de ir al médico porque saben que la probabilidad de que alguien vea más allá de su peso y las trate con respeto es bajísima? ¿En dónde queda nuestro juramento de no hacer daño? 

Quizá estés pensando que la experiencia que te comparto es el extremo, un acto de absoluta falta de ética. Tal vez piensas que sugerirle amablemente a alguien en el consultorio que baje de peso es muy distinto, aun si no te pidió tu consejo o tu opinión a ese respecto, aun si surge de tu sesgo no cuestionado. ¿De verdad lo crees? ¿De verdad piensas que es inocuo?

Existe también la posibilidad de que creas que esta doctora hizo lo que tenía que hacer y yo soy una exagerada o en extremo sensible (o que vivo en negación acerca de mi peso). Si es así, deseo de verdad que puedas empezar a cuestionar tu sesgo para no continuar este legado social, cultural y generacional de opresión corporal. 

Al final tuve mucha suerte en esta última ocasión. Mi experiencia con la gineco-oncóloga fue muy buena. Fui tratada con respeto. Se centró en mi motivo de consulta. Y… me llamó la atención que al final de la consulta y de toda la revisión, la enfermera trajo una báscula para pesarme. Mi peso sí fue anotado en el expediente, pero nadie midió mi tensión arterial, por ejemplo. Una muestra más del sesgo asociado con el peso. Se entiende que en un encuentro médico con exploración física es esencial conocer el peso (más que la TA). (Y no, no me prescribieron ningún medicamento, es decir no había dosis que calcular en función del peso). 

Por lo que respecta a mi mastografía, diagnóstico y demás, me reservo el derecho de no compartir más detalles (son irrelevantes para el tema de la entrada de hoy, por favor no me escribas preguntándome al respecto en aras de honrar límites).

Hagamos conciencia de los efectos dañinos del estigma asociado con el peso, incluyendo el desarrollo de trastornos alimentarios. Pongámosle fin.

Si tienes curiosidad de aprender más, comienza por la página de NEDA

Si eres profesional de salud y te interesa explorar tu sesgo interiorizado y las formas en que inadvertidamente puedes estar haciendo daño, o quieres recomendaciones personalizadas de bibliografía, puedes agendar una consulta de coaching o mentoreo conmigo o con alguien del equipo de Mindful Eating México. Quizá te interese también consultar algunos de los cursos que tenemos publicados para profesionales de salud.

Lilia Graue es médica, psicoterapeuta, instructora certificada de Mindful Eating y Proveedora Certificada de Body Trust®. Es pionera en el ámbito de alimentación consciente, cuidado con enfoque inclusivo de todos los cuerpos y Salud en Todas las Tallas en el mundo de habla hispana. Fundó y dirige Mindful Eating México® y fungió como Vicepresidenta de The Center for Mindful Eating.

Crédito de imagen de portada: NEDA

El estigma asociado con el peso, también conocido como sesgo relacionado con el peso o discriminación por el peso, es la discriminación o estereotipo basado en el tamaño de una persona. 

El estigma asociado con el peso también se manifiesta como gordofobia, el desagrado o miedo de ser o volverse gordx. 

¿En dónde ocurre el estigma asociado con el peso?

  • Espacios de cuidado de la salud
  • Familia y amigos
  • Educación
  • Empleo
  • Transporte
  • Redes sociales
  • Vivienda
  • Industria de fitness
  • ¡y más!

El estigma asociado con el peso es tanto una injusticia social como un problema de salud pública.

El estigma asociado con el peso amenaza la salud física y psicológica. Ha sido documentado como un factor de riesgo significativo para:

  • Depresión
  • Baja autoestima
  • Insatisfacción corporal