por Lilia Graue

En este post, quiero compartirte algunas reflexiones detonadas por un blog de Meredith Noble.

Es muy probable que muchos de los coaches y nutriólogos a los que alguna vez les has pagado para ayudarte a aprender cómo “desarrollar un estilo de vida saludable” o “comer clean” o “encontrar bienestar integral” hayan estado luchando con sus propias conductas alimentarias alteradas o con la mentalidad de dieta.

Con frecuencia son las personas que sufren con conductas alimentarias alteradas (y en ocasiones trastornos alimentarios) las que eligen carreras en estos campos. La mayoría de ellas sufren de pensamientos obsesivos o blanco-y-negro con respecto a lo que es “comer saludablemente” y eligen una carrera relacionada con esto.

Quienes no eligen estas carreras por una relación poco saludable con la comida pueden en ocasiones desarrollar conductas alimentarias alteradas y pensamiento rígido con respecto a la necesidad de reglas alimentarias y cálculos exactos guiados por un referente externo, olvidando la sabiduría de cada cuerpo. Una vez que se aprenden reglas alimentarias, ciertas personalidades (particularmente aquellas con rasgos perfeccionistas o deseos de agradar) tienden a irse a los extremos.

Esto no es una acusación. No estoy argumentando que todas las nutriólogas o health coaches del planeta tengan un trastorno alimentario. Pero pueden, inadvertidamente, estarte prescribiendo o recomendando conductas alimentarias de riesgo que acompañan a la mentalidad de dieta.

Quizá ya te hayan invitado a sumarte a las filas de alguna corriente alimentaria que declara ser la única forma de comer saludablemente:

  • crudiveganismo,
  • la zona,
  • dieta alcalina,
  • combinaciones específicas de macronutrientes,
  • uso de suplementos y sustitutos de alimentos,
  • y una lista interminable de reglas del tipo “nunca comas XYZ”, quizá con la muy noble intención de “reducir inflamación”.

Puedes apegarte de manera estricta al plan de alimentación “perfecto” o a la dieta “ideal”, pero si esto conlleva estrés para tu cuerpo-mente, el proceso de inflamación se exacerba.

Quizá tengas ya la firme creencia de que…

  • los lácteos son el demonio,
  • el azúcar es veneno,
  • los alimentos procesados son producto de una conspiración para enfermarte,
  • el pan que no está hecho de granos germinados libres de gluten es una calamidad y
  • comer plátano combinado con fresas es el peor error que puedes cometer en la vida
  • Anota aquí cualquier otra regla por el estilo, estoy segura de que se te ocurrirán por lo menos 10.  

Con esto no quiero coartar tu libertad de elegir cómo quieres nutrirte, cuánto y qué quieres comer. Al contrario, quiero enfatizar precisamente la libertad que tienes de nutrirte con gozo y desde la abundancia para cultivar salud y bienestar de manera consciente y honrando la sabiduría de tu cuerpo, en contraste con comer de cierta forma motivada por el miedo o por reglas que quién sabe quién inventó y que mañana, en un mes o en un año, habrán cambiado.

Tal vez algún profesional de salud o coach a quien consultaste ya te convenció de intentar sentirte satisfecha con una rebanada de pan en vez de dos, con un huevo en vez de dos o con tres claras de huevo en vez de un huevo entero, con el objetivo de perder peso. O de que si te llenas de agua y verduras no se te antojará el pan. Y tal vez a veces descubres que con menos cantidad o con mayor aporte de verduras te sientes satisfecha, pero otras veces te quedas con hambre y terminas comiendo más de lo que te hubiera gustado en la siguiente comida, o te comes lo que sea que esté a la mano, aunque no te guste, porque tienes hambre.

Tengo una noticia para ti: tu cuerpo sabe perfectamente qué tipo de comida y qué cantidad le viene bien en cada momento, si aprendes a re-sintonizarte con él y a escucharlo, a distinguir entre los distintos tipos de hambre y a nutrir el hambre emocional con cosas que no son comida.

Quiero enfatizar que sé que todas estas personas tienen la mejor intención de ayudar. Simplemente han sido atrapadas por la muy humana ilusión de control, por la mentalidad de dieta y por un discurso que valora la delgadez por encima de la salud (o que erróneamente la asume como sinónimo de salud). Y muchas de ellas han encontrado la justificación perfecta para sus conductas alimentarias restrictivas en un modelo nutricional basado en reglas rígidas con control externo, porque el trabajo que implica conectarnos con nuestro cuerpo, explorar los aspectos emocionales de nuestra relación con la comida y abrazar la incertidumbre involucrada en honrar la sabiduría de cada cuerpo humano y las necesidades de cada persona, sin reglas universales, puede ser atemorizante o intimidante.

Te comparto esto porque es importante que quienes todavía están sumergidos en la cultura de las dietas se den cuenta de que muchas de las personas que enseñan o prescriben conductas restrictivas están enfrentando también una lucha interna. Y, con o sin intención, su consejo puede hacer daño. Es posible que estés invirtiendo tu dinero en aprender cómo tener conductas alimentarias de riesgo y, en muchos casos, cómo desarrollar un trastorno alimentario.

Si puedes identificarte con lo que escribo, está bien. Aquí no hay culpa ni vergüenza, ni para ti ni para quienes han intentado ayudarte. Estás en un buen espacio para aprender más acerca de las alternativas.

Es posible tener una relación libre de miedo o vergüenza con la comida, estoy aquí para acompañarte a lo largo del camino. Así que, si ya decidiste que quieres re-dirigir toda la energía y recursos que has invertido en dietas y en intentar controlar tu peso para cultivar salud y bienestar de una forma gozosa y que honre y celebre tu cuerpo, contáctame.